La urgencia y la cotidianidad lo atropella a uno a veces: se me había traspapelado
la columna que publicó Martín Bonfil en Milenio el miércoles pasado,
"Inmegen: ¿buenas o malas noticias?".

La verdad es una chulada de columna, a uno como amateur no le queda más que cuadrarse: sintetizar así el sentimiento de frustración indignada/sorpresa ya medio desesperanzada en menos de 350 palabras y tan a tiempo para las fiestas patrias, digo yo.
Reproduzco el texto aquí, pero recomiendo leerlo en
el blog La Ciencia Por Gusto, para poder acceder a los hipervínculos:
Inmegen: ¿buenas o malas noticias?La ciencia por gustoMartín Bonfil Olivera 2009-09-09•Tendencias
El 26 de agosto MILENIO Diario reportó que el presupuesto federal para 2010 prevé un recorte de 47% al Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen). 120 millones de pesos menos (de 252 en 2009 a 132 en 2010). La reacción natural sería de indignación, tristeza o resignación ante una muestra más del poco valor que el gobierno le da a la investigación científica. El Inmegen sería un paso aislado en la dirección correcta, y el recorte un síntoma preocupante ante el que habría que protestar.
Pero hay otro lado de la moneda. El Inmegen ha sido cuestionado en diversos frentes. El más grave es la corrupción en la construcción de su edificio, iniciado en 2006 y hoy inconcluso y abandonado. Se detectaron daños a la hacienda pública por 33 millones, y sobreejercicios por 78 (111 millones en total). Su director administrativo fue multado con casi 3 millones e inhabilitado por 10 años por la recién desparecida Secretaría de la Función Pública.
Y también la ciencia que se hace en el Inmegen tiene problemas. Su relativamente modesto estudio sobre el “genoma del mexicano” se infló hasta convertirlo, según Felipe Calderón, en nuestra entrada a la medicina del siglo XXI. Se exageran a diestra y siniestra los todavía lejanos beneficios de la medicina genómica. Su capacidad de secuenciar (leer) genomas, subutilizada durante la epidemia de influenza, ha sido ya superada por la UNAM, que acaba de inaugurar instalaciones superiores. Y su enfoque reduccionista, al hablar de genomas “mexicanos”, “sonorenses”, etc. es cuestionable biológica y hasta éticamente.
La imagen tradicional del mexicano es de flojo: el sombrerudo con sarape, recargado en un cactus. Yo creo que en realidad nuestro problema es de constancia: cuando es necesario, logramos emprender acciones para resolver nuestros problemas.
Lo malo es que no les damos continuidad. Construimos la carretera, pero no le damos mantenimiento. Creamos un Instituto Federal Electoral, pero no cuidamos que no se desmorone y pierda credibilidad. Creamos un Inmegen, pero no le garantizamos sede, personal ni presupuesto adecuados, ni cuidamos que éste se ejerza de forma honesta.
Qué desperdicio.
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Yo no puedo negar que me está dando por pensar que hay una lucecita al final del túnel con el cambio de director, pero tal vez es sólo un reflejo mental mal dirigido. Como sea, acá los simples mortales no hemos oído nada de quién podría tomar las riendas del elefantito desbocado.
Por cierto, hubo amenazas a este blog y luego mucho silencio de los lectores, ya no sé si es mi paranoias o es que si ladran es que caminamos...